El tema de los ajustes es muy controvertido en yoga, no sólo por la forma de llevarlos a cabo, sino también el por qué. Muchos son los que opinan que ajustar da lugar a más lesiones que a progresos, no obstante, la mayor parte de los profesores los realiza en sus clases.
La cuestión hoy es cómo ejecutarlos para no despertar reacciones indeseadas en nuestros alumnos. Soy de las que les encanta que en yoga el profesor se ocupe de ajustar más que de demostrar. Pero es importante controlar la intensidad del «tocamiento». A continuación encontrarás unas cuantas claves:
Cuándo rozar: Intenta evitarlo, es fácil interpretarlo como un arrumaco y que piensen que están intentando seducirles.
Cuándo tocar: Siempre que puedas pero intenta hacerlo con la punta de los dedos y, si no queda más remedio con el resto de ellos. Personalmente, un ajuste que me encanta, es cuando estoy en virabadhrasana II (guerrero II) y el/la profesor/a toca levemente con los dedos mis hombros mientras dice “exhala y relaja los hombros”. También es importante evitar plantificar la palma de la mano en sitios que se puedan considerar invasivos.
Por ejemplo, en una invertida, si el practicante es muy principiante, se les agarra de la pelvis/cresta ilíaca. Al ser un hueso y no notar tanta chicha es menos invasivo y además te garantiza seguridad al entrar y salir de la asana. No obstante, cuando son más avanzados, se aconseja no agarrar y dejar que intenten mantener el equilibrio por sí mismos guiándoles con la punta de los dedos empujando hacia el lado al que deben de dirigir el peso. Otra opción, sobre todo en las posturas de los guerreros, es utilizar tu pie cuando haya que corregir la posición de los del alumno, presionando la cara externa contra el pie de la pierna extendida del estudiante para que éste haga presión contra la esterilla. Por favor, no utilices los pies para corregir ninguna otra parte del cuerpo del alumno.
Cuándo manosear: Básicamente nunca. Hasta ahora solo me ha pasado una vez que un profesor recorrió su mano con los dedos, palma y muñeca incluida por toda mi espalda mientras decía en un susurro “siente como tu columna se alarga” y yo pensando que lo que sentía era escalofríos de furia.
El colmo: como bien explica la viñeta, notar unos genitales o un hueso púbico en tu espalda no es plato de buen gusto, por mucha falta que me haga abrir el pecho en adho mukha svanasana. Pero desgraciadamente me lo han hecho ya dos veces, siempre mujeres, eso sí. Creo que hay otras formas de hacerme saber que el peso tiene que estar más en los pies que en los brazos. Precisamente en esa postura hay miles de ajustes diferentes y cualquiera de ellos es mil veces más válido que clavarme el pubis en el lomo.
Afortunadamente, es raro encontrarse con profesores con la mano larga (o el pubis…). Por regla general, ningún profesor tiene intención de aprovecharse o de invadir tu espacio.
Es más, también encontrarás la situación contraria. Profesores que aman enseñar yoga pero no soportan estar cerca de la gente, tocar pieles ajenas, sentir el sudor de otras personas o que les echen el aliento a estómago vacío en la cara. Y por eso no tocan a ningún estudiante ni con un palo. Uno me dijo una vez “no necesito tocar a nadie, utilizo mi voz para hacer ajustes” como si la voz tuviera la suficiente fuerza como para empujar a alguien con la intensidad necesaria para llevar al alumno donde queremos que llegue…
Personalmente prefiero ajustar y ser ajustada de un modo moderado y usando la punta de los dedos con leves toques siendo estos “pequeñas llamadas de atención”. Pero como vemos, hay opiniones para todo y opciones variadas para hacer o recibir ajustes en yoga. ¿Cuáles prefieres tú? ¿Qué situaciones cómicas (o no tan cómicas) has vivido en clase?
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