¿Eres de los que cree que en un estudio de yoga reina la paz y la armonía? ¿Crees que los profesores de yoga van por la vida descalzos y postrándose ante la gente con un namasté? ¿Piensas que los practicantes de yoga son personas tranquilas y totalmente desestresadas? Déjame decirte que estás muy equivocado. Yo también pensaba así hace un par de años, cuando sólo practicaba por mi cuenta o en centros muy pequeños (donde solo había uno o dos profesores). Sin embargo, después de casi 2 años trabajando en un estudio de yoga en Londres con más de 12 clases diarias y relacionándome con profesores de yoga y otras personas del sector, he llegado a 6 conclusiones.
- No todos los profesores de yoga practican yoga
Ni practican, ni hacen trainings.
Triste pero cierto. Me he encontrado con profesores que se quejaban porque daban más de 20 clases semanales y eso, junto con la organización de retiros, talleres, las propias clases y la promoción en redes sociales y demás trabajo administrativo, les dejaba 0 tiempo y ganas de practicar. Y se les notaba, estaban cansados, desmotivados y en clase no transmitían igual que aquellos profesores que daban menos clases para dedicar más tiempo a su práctica. ¡Cuánto ni más irse por ahí a hacer formaciones! Esto tenía consecuencias. Como puedes imaginar, las clases de los profesores que practican diariamente y se llenaban de inspiración asistiendo a cursos de otros profesores estaban siempre llenas, con estudiantes regulares, por lo que eran capaces de crear su pequeña comunidad de seguidores reales.
Por otro lado, resulta que los profesores también son humanos e incluso a aquellos que más practican, a veces la pereza y el estrés les puede por mucho que estén dale que te pego con los saludos al sol y meditando hasta que se les funde el cerebro. El yoga no deja de ser un viaje, en el que a veces hay piedras y rocas por el camino.
- Los profesores no siempre preparan sus clases
Algunos se pasaban horas creando secuencias, haciendo y deshaciendo posturas, redactando formas de explicar cómo entrar y salir de una asana. Y otros llegaban y vomitaban una serie de instrucciones, frases hechas y ajustes ya requetemachacados por la experiencia. Esto no es negativo, sólo una forma automática de enseñar que también puede funcionar muy bien. Lo que sí es cierto que, en mi opinión, la mejor combinación es recibir una clase de un profesor experto que se haya preparado una buena sesión, eso se nota ¡y mucho!
- La gente necesita el yoga
Las primeras semanas de empezar a trabajar en la recepción de este estudio noté que me sentía muy mal durante mucho tiempo y no sabía bien por qué. Hasta que mi jefa me dijo “trabajas en un estudio de yoga, la gente no viene solo a hacer yoga, trabajan en ‘la city’ y vienen a volcar sus problemas en recepción. No dejes que eso te influya”. Y es que no sólo recibía malas contestaciones, gente maleducada y borderías sin venir a cuento, sino también intentaban colarse en las clases, no pagar el alquiler de una toalla o inventarse descuentos que no existían. Con el tiempo aprendí a llevar a los carasduras, pero lo que me costó más fue lidiar con los amargados. Hasta que decidí sonreírles con todo el dolor de mi corazón y, para mi sorpresa, la relación con ellos mejoró tanto que en algunos casos se convirtieron en grandes amigos. Fue un gran aprendizaje darme cuenta que mi reacción ante su energía negativa también tenía un impacto en ellos y que yo misma podía cambiar eso.
- Muy pocos alumnos son verdaderamente yoguis, y no pasa nada
Vienen porque el horario les cuadra, porque quieren sudar o hacer ejercicio.
Cada vez que alguien entraba al estudio preguntando por información, antes de explicarle los distintos estilos que podía encontrar en nuestro centro, les hacía siempre la misma pregunta “¿Qué buscas en el yoga?”, casi todos me respondían hacer deporte, sudar y ponerse en forma. Unos pocos contestaban que estirar un poco y relajarse. Así que en función de su respuesta les ofrecía estilos más o menos dinámicos y más o menos espirituales. Cualquier tipo de estudiante me parecía totalmente válido. El yoga es como la vida misma, unos no van a la Universidad y otros hacen másteres y doctorados. Pero ninguno es mejor que otro, simplemente han elegido caminos distintos. No todo el mundo busca el samadhi o la iluminación. Y no pasa nada.
- El yoga no es un negocio redondo
Aunque esté de moda y se estén abriendo estudios de yoga en casa esquina, eso no significa que la gente se esté haciendo millonaria. El yoga es como cualquier otro negocio: se paga alquiler, luz, agua, personal, mantenimiento e impuestos. También necesitas tener un community manager o ingeniártelas tú misma, hacer un plan de marketing, crear productos, promocionar a tus profes, etc. Y luego hay clases que son difíciles de rentabilizar, bien porque es un horario malo, bien porque se petan y por cuestiones de espacio no puedes meter más alumnos (y si lo haces, aunque sea una persona más, corres el riesgo de perder unos cuantos clientes).
Y es que, por mucho que te guste el yoga, no se puede vivir de namastés, ¡hay que llegar a fin de mes!
- El yoga cambia vidas
Pero aún con todo, puedo asegurar que trabajar en ese estudio de yoga fue lo mejor que me pasó en la vida. Conocí a gente maravillosa, hoy grandes amigos, y aprendí lo inaprendible. Muchos de los estudiantes que frecuentaban el estudio se quedaban después de clase a charlar, o venían antes y me traían un trozo de bizcocho o un té. Me agradecieron en muchas ocasiones que hubiera recepcionistas tan abiertas en la recepción, ya que la gente no sólo necesita practicar, también quiere socializar. Y en una clase de yoga vas, haces tu trabajo interior y te vas. Apreciaban mucho unas palabras y unas cuantas sonrisas durante su experiencia en el estudio.
Y los profesores más de lo mismo. La mayoría se pasaba el día de estudio en estudio y en una ciudad tan grande como Londres no te merece la pena parar por casa para comer. Así que llegaban muchas veces con horas de antelación por lo que siempre había tiempo para charlas. Tengo que decir que las conversaciones con estos yoguis tuvo un impacto enorme en mí y tienen un valor incalculable. No sólo me enseñaron trucos para crear mis clases, también para mi propia práctica, ajustes, posturas, espiritualidad, formaciones,… Compartieron vivencias y experiencias de cuando empezaron o de lo que sentían dando clase, o cómo lo compaginaban con su práctica y su vida actual, etc.
En estos años, además, conocí a mucha gente del gremio, personas geniales que trabajaban en otros estudios y pude comprobar que el funcionamiento en todos los estudios era muy similar.
En ese estudio, Yotopia (ahora Yogarise), nació Yoguineando. Por eso y todo lo que ya he nombrado, estaré eternamente agradecida a Lisa, la propietaria, por darme la oportunidad de empezar a trabajar allí aquel mes de diciembre de 2015, cuando mi inglés era «de aquella manera».
Espero que todo esto te haya dado una dosis de realidad y tengas ahora una idea clara de lo que se cuece en un estudio. Allí respiras yoga, incienso, sudor y espiritualidad, pero sobre todo es un espacio humano donde hay cosas buenas, cosas malas y cosas maravillosas.
Si quieres saber más sobre mis aventuras de yoga en Londres y todo lo que allí aprendí te aconsejo mi libro Yoga con humor de la editorial Larousse, ¡ya lleva más de 3.500 ejemplares vendidos!
Om Shanti Shanti Requeteshanti.
Julia
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4 comentarios en “6 verdades sobre trabajar en un estudio de yoga”
Me ha encantado el post sobre las 5 verdades de trabajar en un estudio de yoga, muchas gracias por escribirlo. Yo he estado desde 2010 acudiendo regularmente a clases de yoga y me ha cambiado tanto mi actitud vital y le debo tanto al yoga… Por desgracia desde este verano tuve que pararlo porque a mi marido le diagnosticaron de cáncer y ahora mi vida se centra en atenderle a él, a mi trabajo y a mis gatos pero siempre que puedo hago alguna respiración o meditación o asana en casa. Espero que cuando pase todo esto reinicie mis clases, echo de menos a mi profesora (encantadora) y a mis compañeras. Un saludo. Namasté
Hola Estrella, gracias por tu comentario y siento mucho lo de tu marido. Es muy buena idea seguir practicando en casa aunque sea un poquito te hará un mundo, estoy segura. Espero que tu marido se recupere muy pronto. Un saludo y mis mejores deseos para los dos.
Creo que lo fundamental es entender que el Yoga es una manera honesta y solidaria que tenemos las personas para posicionarnos en todos los aspectos de la vida, A partir de ahí el nivel compromiso de cada una es diferenciado y no creo que sea útil valorarlo.
Por desgracia la formación de profesores y profesoras de Yoga en la mayoría de las escuelas que conozco esta anclada en el pasado de una India nacionalista dominada por el sistema de castas. Yo acabé mi formación en Sivananda por necesidad de una titulación. ya que como Pedagogo de formación universitaria no podía aceptar la mayoría de métodos empleados durante la formación. Y después de llevar mas de diez años ejerciendo como profesor de Yoga en centros públicos de salud con tercera edad, realizando clases creativas muy alejadas de los modelos aprendidos. llegando a la conclusión que la persona que enseña Yoga en un grupo, debe practicar también Yoga en la clase como una persona mas y solo corregir bajo demanda o para evitar posibles lesiones, Mi plaza la administración pública la privatiza y al pasar a cobrar la mitad del salario, debo abandonarla.
Necesitamos una titulación y formación similar a los profesores y profesoras de educación física. No podemos depender de empresas de trabajo temporal que nos contratan como monitores de tiempo libre, Necesitamos un colegio profesional donde poder estar colegiados y que defienda la profesión, cosas todas ellas que en ningún momento están contrapuestas con el componente místico del Yoga,
Hola Chandra:
Estoy totalmente de acuerdo contigo, es una pena que esto sea así ya que nos obliga a dar lo mejor cobrando lo mínimo y al final va a pasar factura. Esperemos que todo cambie antes de que así sea. Muchas gracias por tu comentario y mis mejores deseos en tu camino yóguico 🙂