Con todo el boom de Instagram, el yoga se está volviendo un fenómeno de masas en el que la gente ya no practica yoga por amor a su cuerpo, su mente y la conexión que se produce entre ambos. Muchos buscan la fama y el reconocimiento social. Lo cual, si va asociado a la idea anterior de una práctica genuina, no tiene nada de malo teniendo en cuenta que un profesor de yoga también tiene que ganarse el pan. Los seguidores dan fama y la fama, da dinero. Pero, ¿el orden de los factores altera el producto?