Aprendí yoga en Londres en salas de yoga con un mínimo de 30 personas y una separación de 15cm (con suerte) entre esterilla y esterilla. Podías olerle los jugos gástricos al compañero de al lado. Así que esperabas que el profesor pasara cerca de ti para verte y corregirte sin tropezar con tu vecinilla (vecina de esterilla).
La práctica de yoga era colectiva porque estábamos en una sala abarrotada de gente pero, en realidad, era individual porque tú te la guisabas y apañabas. Un maestro que guía 30 cuerpos (cuando menos) a la vez, cada uno con sus condiciones, limitaciones y frustraciones, no puede personalizar la sesión. ¡Es normal! Y no tiene nada de malo. Pero es importante que nosotros, como alumnos, gestionemos nuestras expectativas de lo que esperar de un profesor de yoga en clase.
Lo que en Occidente esperamos de nuestros profesores
El yoga es introspección y consciencia individual. Antaño era autodidacta y cuando había un maestro era más espiritual que físico. Ahora queremos que Mengananda de los Palotes nos diga cómo hacer un handstand y clavarlo en la segunda clase. Pero que de chakras ni nos hablen que nos da cosica.
En Occidente esperamos que el profesor se sepa nuestro nombre, adivine nuestras lesiones previas e incluso cure nuestros traumas de la niñez prescribiéndonos tres o cuatro posturas milagrosas.
Esperamos que sepa cuándo la postura está mal hecha y cuándo lo podríamos hacer mejor sólo con vernos con el rabillo del ojo mientras dicta la clase.
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Nos enfadamos cuando tarda en cambiar de postura porque ¿cómo es posible que no sepa que ya no puedo aguantarla más? También nos enfadamos cuando nos pone posturas muy difíciles, ¿se ha creído que somos Superman? O muy sencillas, ¿quiere matarme de aburrimiento? Y si aún encima nos pide que respiremos o que pasemos un ratito sin hacer nada, “solo mirando en nuestro interior”, nos da la sensación de que perdemos el tiempo.
Esperamos que, al vernos en una asana, el profesor sepa leer en nuestra mente el ruido mental que tenemos y lo apacigüe, que pueda soltar la tensión que siento en la cadera, que sepa aliviar el dolor de mi rodilla o que me avise antes de que las fibras del isquiotibial salten como la goma elástica de un bikini viejo. Es su responsabilidad como profesor, pensamos.
Esperamos todo esto cuando el profesor lleva 20 años ejerciendo y cuando lleva un cuarto de hora. No nos paramos a pensar que, la mayoría de los recién titulados, con sus 200 horas recién salidas del horno no saben hacer uddiyana bandha ni están cerca de averiguarlo, cuanto ni más enseñarlo o intuir si sus alumnos de verdad lo están haciendo.
Y los que llevan 150 años de profesión y práctica a sus espaldas tampoco pueden meterte un dedo en el ombligo para saber si estás activando los músculos adecuados.
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Lo que yo espero de un profesor
El yoga está en el interior y eso solo lo puede corregir y guiar uno mismo. Que sí, que hay temas de alineaciones y cosas así que nos pueden venir requetebién para mejorar en nuestra práctica. Esto, efectivamente, lo puedes y debes aprender en clase. Pero una sesión de yoga no es una clase magistral de anatomía. Para aprender más, te hace falta ponerte a estudiar, buscar la información por tu cuenta (yo misma te las explico en manuales y talleres online). Un profesor durante la clase te puede dar pinceladas de conceptos de alineación, enraizamiento, presencia, actitud pero para decirte cómo alargar la columna, tiene la opción de darte una pequeña noción o deshacerse en explicaciones y que se le va la clase solo en eso con el consiguiente cabreo del resto de asistentes. Mi opción preferida es la primera. Después de clase, siempre puedes acercarte para que te cuente más.
Cómo tomarte tu sesión de yoga guiada
No podemos esperar que los profesores de yoga nos vean, adivinen la intensidad exacta de la postura que realizamos, el desgarro que estamos a punto de hacernos, la frustración que llevamos encima o los chakras que tenemos bloqueados.
Por supuesto, como profesores damos todas las instrucciones que podemos, tratamos de dar el 100% y dejarnos el prana en cada sesión. Pero no podemos hacer milagros.
Exijámonos en nosotros mismos ese trabajo. En yoga vamos a buscar nuestro famoso maestro interior. A que, con nuestras capacidades y la ayuda de un guía, veamos nuestras propias limitaciones y vayamos trabajando en nuestro crecimiento interior. No a que nos lo den en bandeja previo pago de su importe, como el certificado de un YTT 200H. Toma responsabilidad de tu práctica.
Yo me di cuenta en seguida en Londres que yo me lo guisaba y me lo comía sola. Eso sí, si quería ayuda tenía que pedirla y cada vez que tenía una duda abordaba a todos los profesores DESPUÉS de clase. Les preguntaba todo lo que se me pasaba por la cabeza y además a varios distintos para tener varios puntos de vista.
Lo que esperar en mis clases
Durante mis sesiones de yoga en directo, observo a mis alumnos y, si he de hacer correcciones importantes para que mis alumnos eviten lesionarse, lo hago. Sin embargo, no interrumpo la clase por cualquier cosa. Si Fulanito tiene una postura que está bien pero no es perfecta y no corre riesgo de lesión, le corregiré solo si me lleva una frase (“estira los brazos”) pero si es algo más largo que puede fastidiar al resto (que lo están haciendo perfecto), prefiero callarme y, si lo veo necesario, hablo con ese alumno al final.
Por otro lado, me parece que la sesión de yoga está para indagar y buscar respuestas por uno mismo pero después es muy enriquecedor compartirlas con los demás. Ahí es cuando un profesor de verdad es de gran ayuda.
Por eso me gusta hablar con mis alumnos después de mis clases online. Para que me pregunten todo lo que necesiten saber para enriquecer su práctica. Alguna vez hacemos un Q&A con micro abierto para que los alumnos suscritos a mi escuela online que no están presentes lo puedan ver en diferido. Pero después de cada clase cuando charlamos es siempre a micro cerrado y se convierte en una consultoría privada. Así, se ha creado una tribu Yoguineando muy maja 🙂
También ofrezco la posibilidad de contestar a las preguntas que reciba por email y otra vía. Me encanta hacerlo.
Mi misión es acompañarte en tu práctica de yoga, en guiarte hacia el crecimiento personal a través del yoga. Y me encanta sentir que te soy de ayuda. Así que únete cuanto antes a la comunidad Yoguineando con de mi escuela online. ¿Te animas?
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Om shanti shanti requeteshanti
Julia
P.D.: “Sí, sí, todo esto está muy bien. Pero mi problema es que no soy capaz de mantener una práctica constante. ¿Cómo lo hago?” Aquí tienes la solución.