ESTILOS DE YOGA
Existe una amplia gama de estilos de yoga para todas las necesidades.
Igual que en todas las cocinas se usan los mismos ingredientes usados de formas diferentes, en los estilos de yoga las posturas, ejercicios de respiración, mantras y meditaciones son básicamente los mismos, pero se secuencian y practican de forma distinta.
Básicamente las diferencias entre estilos son de velocidad y enfoque, además de una inconsciente intención de exaltar el ego del profesor que ha bautizado esas sutiles diferencias con su propio nombre para diferenciarlo de la mediocridad del resto de estilos (como si los demás no reportaran beneficios).
Diferencias
1.Velocidad
El estilo tradicional es el hatha yoga, y a partir de aquí han derivado el resto. Unos han preferido quedarse más tiempo en las posturas, para trabajar las capas más profundas del cuerpo (yin yoga) ejecutando a nivel pasivo (sin que los músculos trabajen).
Y otros estilos se aburrían manteniendo las posturas más tiempo y decidieron ir de una asana a otra como una exhalación o como yogui sin cabeza. De ahí nacieron los estilos dinámicos como el ashtanga vinyasa, vinyasa flow, power yoga, rocket yoga, etc. Esto favorece la diferenciación en los beneficios, reportando, por lo general, más vigorosidad y fortalecimiento al músculo en los estilos dinámicos y un cuerpo más flexible en los estáticos.
2. Espiritualidad
Supuestamente todos los estilos de yoga están conectados con la espiritualidad. De lo contrario, sería gimnasia, no yoga.
No obstante, unos practican más la parte física del yoga (vinyasa fow, power yoga), otros más la parte espiritual (kundalini yoga, jivamukti yoga) y otros les dan mucha importancia a ambas partes (dharma yoga).
3. Vestimenta
Por regla general, la ropa no tiene ninguna importancia en yoga. Basta con que vayas cómodo a clase sin que provoques un escándalo ni te acusen de exhibicionismo. Sin embargo, hay estilos como el kundalini en el que se aconseja ir vestido de blanco, pues simboliza la pureza. También suelen llevar turbantes en la cabeza, especialmente los maestros.
En otros estilos, como en bikram, puedes ir con tu ropa de gimnasio, pero se reduce a la mínima expresión ya que al hacer un calor de 40 grados y estar al 40% de humedad lo último que te apetece es llevar nada puesto. Algunos van directamente en ropa interior, pero no con cualquier braga o calzoncillo. Ha de ser elegante pero deportivo, última moda. En algunos casos la ropa interior de los sábados se ha convertido en la ropa de yoga.
4. Instrucciones del maestro "que lo ha inventado"
Aunque todos estos factores influyan a la hora de diferenciar los estilos de yoga, algo que marca totalmente la diferencia son las técnicas que utilice el gurú que haya fundado la escuela. Iyengar, Dharma, Sivananda, Forrest, … son algunos ejemplos. Las posturas que llevan a cabo pueden ser exactamente las mismas, pero sus técnicas de ejecución en cuanto a anatomía, secuenciación y respiración no son iguales. Muchas veces, incluso, ni se parecen.
Esto provoca a menudo serios enfrentamientos instagrameros cuando surge el debate sobre el significado de cualquier asana o postura, la sutileza de su ejecución o el origen de un concepto yóguico.
Estilos de yoga más importantes
1.
Hatha yoga
Es el estilo madre de todos. De él nacieron el resto de estilos. Con los años se ha vuelto un estilo bastante libre, la verdad.
Cada profesor lo hace suyo y te puedes encontrar a uno que meta el Saludo al Sol (puedes adquirir mi taller de Saludo al sol) y los vinyasas (veremos esto más adelante) tan alegremente que parezca una sesión de vinyasa flow. Otros van tan lentos y suaves que se confunde con una sesión de gerontogimnasia o rozando el yin yoga.
Básicamente es un estilo de yoga que ni rápido ni lento, ni fuerte ni suave, donde se trata de hacer posturas, técnicas de respiración y, en algunos casos, meditación que equilibren el cuerpo y la mente.
¿A quién se lo recomiendo?
Aquellas personas que quieran comenzar a practicar yoga este estilo les viene genial para hacerse una idea del berenjenal en el que se están metiendo. Elegiría un profe más o menos neutro, que no tire para otros ramales y que se centre en este yoga estándar. De esta forma te puedes hacer una idea y decidir, según tus sensaciones, si necesitas más caña, más tranquilidad o Virgencica que me quede como estoy.
Pero claro, si nunca has practicado antes es difícil discernir. ¿Mi consejo? No te quedes con el primer profe que veas, prueba a todos los que puedas.
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2.
Vinyasa flow yoga
Imagino que algún jovenzuelo indio como Krishnamacharya se pondría a hacer yoga con su maestro Brahmachari (hasta hace poco el yoga era una disciplina a la que solo los hombres tenían acceso) el cual le diría “¡Vaya aburrimiento! ¿Y si le metemos acrobacias y gimnasia como mi tío militar, Sesaltalacrismacharya? ¿Molaría o no?”
Pues básicamente el estilo vinyasa flow es poner un montón de posturas unidas por una respiración fluida y sincronizada.
¿A quién se lo recomiendo?
Cuando el gimnasio te aburre profundamente, caminar está bien pero no te requeteencanta y quieres mover tu cucu pero no sabes cómo hacerlo de forma que te entretenga y te motive, el vinyasa flow yoga es para ti.
En muchas ocasiones, sobre todo cuando el dinamismo se dispara hasta al punto de convertirse en power yoga (otro estilo más, es aún más intenso y vigoroso, pero igual en todo lo demás), la actividad física de este estilo de yoga se convierte en un ejercicio de cardio.
Por supuesto, los yoguis tradicionales están absolutamente en contra de esto, pero la parte buena es que rebaja el nivel de sedentarismo en nuestra sociedad en un porcentaje muy alto.
Además, conforme vamos dominando y perfeccionando posturas podemos añadirle dificultad al asunto por lo que siempre te mantienes motivado. Por otro lado, se fomenta muchísimo la conexión mente-cuerpo-respiración, la escucha activa al profesor y la introspección.
Al ser dinámico hace que desfoguemos bastante y que solo queden para savasana (relajación final) los últimos coletazos de tensiones por soltar… Por lo que es muy recomendable para personas ansiosas o con estrés que necesiten el movimiento para liberar tensiones.
3.
Ashtanga yoga
Este estilo de yoga desarrollado por Krishnamacharya y su discípulo Pattabhi Jois que se popularizó en el siglo XX. Se trata de posturas de yoga secuenciadas de una manera particular, divido en series y que deben de ser practicadas en riguroso orden, no pudiendo pasar a la siguiente si no has conseguido dominar la postura anterior. Si no apruebas las mates, te queda todo el curso y repites. Así es el ashtanga.
No importa si tu cuerpo tiene más o menos facilidades para llegar a ciertas posturas. Hasta que no apruebas, no pasas. Por otro lado, el ahstanga yoga pone especial énfasis en el uso del a respiración victoriosa (ujjayi), el uso de cierres musculares (bandhas) y una mirada fija (dristi).
¿A quién se lo recomiendo?
Muchas personas necesitan la misma rutina para poder ver más claramente el progreso. Para ellas es el ashtanga. También para aquellas que disfrutan del yoga dinámico, de los saltos, de rodar sobre tu espalda y equilibrarte sobre las manos.
Para muchas personas, hacer siempre la misma sesión, resulta aburrido. Para otras, resulta meditativo y relajante. El ashtanga sería para estas últimas.
4.
Yin yoga
Este estilo de yoga es el que más cumple con las expectativas de las personas que jamás han hecho yoga antes. Cuando nunca has practicado, piensas en yoga y te imaginas a alguien (o a ti mismo) sentado en alguna postura rara respirando y “aguantando” estoicamente durante unos minutos. “¡Vamos, un aburrimiento!”. Piensas. Yo, incluso cuando ya había practicado otros estilos, pero nunca yin, pensaba exactamente lo mismo.
Cuando probé el estilo yin por primera vez, casi me parto en dos y salgo con un ataque de nervios. Me tomé las posturas como en una clase “normal”, es decir, metiéndome hasta el fondo en ellas. ¡Qué gran error! Resulta que estirar tus músculos al máximo en una sesión de vinyasa o hatha, tira que te va, ya que estás en la postura un máximo de 10 respiraciones (como un minuto, más o menos).
Pero en yin estás, como mínimo, tres minutos en la postura, por lo que si vas a full, es absolutamente inaguantable. Ahora bien, si te lo tomas como realmente hay que tomárselo (un estiramiento pasivo donde los músculos se relajan y dejas que la fuerza de la gravedad haga su labor) tú puedes tomarte esos minutos de vacaciones. Es más, ese tiempo te lo tomas para estar presente en las sensaciones y en la respiración. Por eso es tan maravilloso el yin. Porque cuando empiezas a hacer esto de verdad, cuando le pillas realmente el truco, las sensaciones son indescriptibles y los beneficios van brotando. ¡Totalmente recomendable!
¿A quién se lo recomiendo?
Para aquellos días en los que te sientas rígido, contracturado, tensionado o cansado, el yin yoga es maravilloso. Eso sí, tienes que dejar el ego a un lado y tomarte las posturas con calma y humor. Encontrar el punto de sensación óptimo (que estires pero que no duela) es esencial para que la postura no se eternice, que puedas disfrutarla y sacarle todo el partido.
5.
Iyengar yoga
El maestro BKS Iyengar promovió este estilo basado en un enfoque muy particular de las posturas. Se caracteriza por su atención al detalle. Por ello, necesitas mantener las posturas un buen rato, mientras el profesor te va guiando, paso a paso, sutileza a sutileza, minucia a minucia, para llegar al punto en la postura en la que lo petes (y tu paciencia también). Por si fuera poco, utiliza cinturones, bloques, mantas y todos los accesorios que quieras, hasta sillas y la vajilla del ajuar si te descuidas, con el fin de hacer accesibles las posturas a todo el mundo.
La intención, como ves, es buena. Pero yo cuando hice una clase de Iyengar por primera vez, tuve que ir a un fisio inmediatamente después. Las posturas se eternizaban con tantas instrucciones imprescindibles y, por si fuera poco, había acciones que el profesor te pedía que se me antojaban absolutamente imposibles. Recuerdo estar mil años en virabhadrasana II (guerrero II), donde el profesor nos indicó cómo enraizar los pies, colocar las rodillas, activar las piernas, abrir una cadera así y la otra asao, inclinar la pelvis de esta forma, alargar la columna de otra, abrir el pecho hacia allá y los hombros hacia acá. Y cuando estaba al borde del colapso el profesor sugirió “Ahora vas a rotar internamente el brazo y externamente el antebrazo”. “¿Y cómo hago eso sin romper el codo?” pensé yo con genuino susto en el cuerpo. En ese momento pensé que, si eso era Iyengar yoga, me daba igual, yo me bajaba de esa tortura.
Entiéndase la viñeta con humor. Por supuesto no va a haber un profesor que te pida un movimiento articular inexistente. Pero que no conozcas, que no sabías que se podía hacer e imposible de llevar a cabo en tu cuerpo mediocre, sí. De eso sí te vas a encontrar.
¿A quién se lo recomiendo?
Desde luego el estilo Iyengar yoga te ahorra dinero y tiempo en formaciones y lectura de libros y manuales. Es una formación en vivo y en directo usado tu cuerpo de muestra. Ahondarás en todas las posturas hasta el máximo. Es un estilo de yoga excelente para los eruditos que no se cansan de aprender y quieren saberlo todo, todo, todito sobre las posturas basadas en el conocimiento del maestro BKS Iyengar.
La luz del yoga de B.K.S. Iyengar
6.
Kundalini yoga
Este estilo de yoga donde los instructores visten de blanco para representar la pureza y neutralidad, es bastante diferente del resto. Sus practicantes buscan trabajar el sistema nervioso para equilibrar químicamente y metabólicamente el cuerpo. Lo hace a través de posturas a veces más estáticas y otras más dinámicas, gestos con las manos (mudras), ejercicios de respiración (pranayamas), cánticos (mantras) y meditación.
¿A quién se lo recomiendo?
Es un estilo puramente energético. Cuando lo practicas las primeras veces, sin duda piensas que te has colado en una secta religiosa. Los aspavientos a la vez que cantamos mantras que no comprendemos puede hacernos sentir fuera de lugar. Sin embargo, para quien le ponga empeño y concentración resulta una práctica increíblemente transformadora.
7.
Bikram Yoga
Me imagino que el nacimiento de este estilo de yoga fue de la siguiente manera. Dos tíos estaban practicando yoga, quizás un hatha normalito con tintes vinyaseros y les moló tanto que uno le dijo al otro: “¡Qué chulada! ¿y si le añadimos un poco de calor y humedad para así hacernos más flexibles?” a lo que otro yogui contestó “¡De p.m., tío! ¿Y si ponemos a nuestros compañeros hipotensos al borde del desmayo subiendo la temperatura y humedad al máximo para darle más vidilla y que gane el último yogui en pie? ¡Venga tío, no hay huevos!”, “¡Pues claro! ¡¡Y además así estaremos todos en pelotas mirándonos en un espejo disfrutando de esculpir nuestros cuerpos y de ver a los demás hacer lo propio, yeah!!”.
Yo lo he practicado dos veces. La primera vez me invitaron a un centro en Madrid donde me embriagó el lujo del local y el olor a ingle desgarrada de la sala de yoga. El cuidado y limpieza de los baños no consiguió compensar la bofetada de sobaco fétido que me llevé al entrar (“Y aquí tienes que estar 90 minutos, guapa…” me animé). Después, practique otra vez más, al aire libre en primavera en un festival. Me pareció exactamente igual que una clase de vinyasa pero con un montón de instrucciones que ponían en riesgo mi salud. Es lo que tiene el yoga, que hay estilos cuyas reglas de ejecución no cuadran nada con lo que tú entiendes por ahimsa (no violencia, en este caso contra tu integridad física). Y es que cada gurú es un mundo y ve una postura de forma totalmente diferente a otro (aquí tienes un ejemplo).
Volviendo al tema, no me han hecho falta más sesiones de bikram para saber que no es un estilo que me apañe. Ya que en el centro de yoga donde trabaja en Londres (Yotopia, que pasó a ser YogaRise y finalmente a desparecer por la crisis del COVID-19) había una sala de hot yoga, que es un bikram más moderado. La sala, en vez de 40 grados, la dejaban en 31, no vaya y se nos desmayase alguno. Yo siempre intentaba hacer uso de la otra sala, pero mis profes favoritos solían estar en la hot, así que me tocaba sudar con las paredes. Y, como además la calefacción era de suelo radiante, tumbarse en savasana era una sensación asfixiante. Daba la impresión de que, desde el suelo, los brazos de Lucifer te apresaban para tragarte y zambullirte en el inferno. Súper relajante.
Así que no, ni bikram ni hot para mí.
Solo se lo recomendaría a los frioleros enfermizos y a nadie más.
8.
Yoga nidra
Yoga nidra es el colmo del yoga estático. Más quieto no se puede estar, al menos físicamente. En este estilo tu misión como yogui es tumbarte en savasana y quedarte ahí relajado pero consciente durante el tiempo que dure la sesión. De lo que se trata en este estilo de yoga es de manejar la relajación de una manera consciente.
Lo llaman “el yoga del sueño psíquico”. El problema estriba en que hay escuelas en las que te permiten echar una cabezadita pero la mayoría, sin embargo, no recomiendan caer en las garras de Morfeo a no ser que sea estrictamente necesario. Ya que el objetivo es poder relajarse en vigilia, de manera consciente. Si te duermes, ok, te has relajado un montón, pero ya entra en juego el inconsciente.
Recuerdo cuando practiqué yoga nidra por primera vez. Estaba en un festival de yoga en Barcelona con un maestro famososísimo. Habían puesto la sesión de yoga nidra de manera estratégica a la hora de la siesta. Yo soy muy siestera y me pareció una idea excelente. La sala estaba llena, podíamos estar perfectamente cien personas. Así que las probabilidades de que alguien roncara eran bastante altas. Además, el maestro nos alentaba a quedarnos durmiendo. “Duerme, duerme” repetía. Poco a poco empezaron a aflorar respiraciones profundas y tímidos ronquidos.
A lo que yo me presioné diciéndome “Vamos, Julia, estás cansada y relajada, es la hora de la siesta, ¡duérmete antes de que ronquen más fuerte!”. Pero todo fue inútil. En seguida la banda sinfónica de Ronquín se vino arriba y no solo no conseguí dormirme, sino que no me relajé ni un poquito. Pero ahí estaba la prueba de que el problema no eran ellos, sino mi incapacidad de aislarme de los sentidos (De hecho, hay una práctica llamada pratyahara que trabaja esto. Te la explico en mi libro, El hábito hace al yogui).
¿A quién se lo recomiendo?
A todas aquellas personas que no quieran mover un esparto hoy, pero quieran practicar yoga. Para aquellos que quieran echarse una siesta sin sentirse culpable. Cuando quieras un break, tómate un respiro, tómate un yoga nidra.
¡Espero que este post te haya servido de ayuda!
Ahora, cuántame, ¿qué estilos de yoga practicas? ¿Cuál es el que más te gusta y por qué?
¡Te leo en comentarios!
Om shanti shanti requeteshanti
Julia
2 comentarios en “Estilos de yoga: diferencias y particularidades”
Hola Julia! me ha encantado el post, muchas gracias por hacerlo tan entendible, sólo te escribia por eso y porque en el kundalini en la parte de a quien se lo recomendarias repites la anterior.
Me estoy leyendo tu libro el habito hace al yogui y de momento cumple mis expectativas 😁
¡Muchísimas gracias, Bárbara! Vamos a arreglarlo ahora mismo 🙂
Y gracias también por leerte mi segundo libro y darme feedback, ¡qué alegría que te esté gustando! Ya me contarás al acabarlo. Un besito grande