El antes y el después
Lo primero que queremos cuando comenzamos a practicar yoga es que se note en nuestro exterior (fuerza, flexibilidad, ¡lo queremos todo!). Sin embargo, es importante que tengamos claro cómo funciona nuestro cuerpo y cómo debemos actuar para que esa mejora física se note y sea saludable.
En las articulaciones (donde se junta un hueso con otro) hay un manguito fibroso que contiene líquido sinovial que es liberado cuando la articulación se mueve. Esto nos da mayor movilidad y nutre nuestras articulaciones. Lo importante es que tengamos articulaciones móviles que nos permitan movernos fluidamente. Para ello vamos a intentar crear espacio articular y ampliar el rango de movimiento.
Es decir, poder movernos con más libertad. La mayor parte de la población siente sus piernas como si todo el tiempo llevase un pantalón vaquero ceñido a lo Freddie Mercury. Notamos la rigidez del tejido, las costuras, las tiranteces… El objetivo es sentir que no llevamos nada.
Queremos articulaciones libres, móviles y ágiles. Después intentaremos crear fuerza, ya que sin espacio la fuerza no importa. En última instancia lo más importante es es ser fuerte y flexible en igual medida.
¡Cuidado con las prisas y las ganas!
Siempre trataremos de buscar ese equilibrio entre fuerza y flexibilidad y unas articulaciones móviles de la manera más consciente y progresiva, respetando los límites de nuestro cuerpo. Ya que no se consigue de la noche a la mañana.
Y déjame enfatizar aquí que si ves en las redes la típica foto del antes y el después con una diferencia de poquísimo tiempo entre foto y foto, es porque el cuerpo de la persona en cuestión estaba anatómicamente predispuesta a que esto sucediera. Es decir, hay personas que por genética son muy flexibles o fuertes sin entrenar esa habilidad.
Cuando son pequeños sus padres pueden sacarle partido a esa ventaja natural que tienen en su cuerpo apuntándoles a actividades que las desarrollen. Si no lo hacen, puede que estas personas descubran de mayores el yoga y, de la noche a la mañana, consigan posturas que otros no pueden conseguir ni con años de rigurosa disciplina. Pero, insisto, esto sucede por la naturaleza de cada uno que, junto con un poco de práctica, obtienen resultados asombrosos. Sin embargo, no es lo habitual.
De hecho, yo lo pude comprobar en mi propio cuerpo. Antes de empezar a hacer yoga, el concepto que tenía de mí era que tenía la flexibilidad de una puerta. Sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando, al mes de comenzar la práctica de hatha, ya podía equilibrarme en posturas sobre los brazos como bakasana, mayurasana o sirsasana.
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Entonces me di cuenta de que realmente la fuerza era un don que la naturaleza me había proporcionado y la flexibilidad, sin embargo,… digamos que me la tenía que tomar como un pequeño reto para hacer la vida más interesante. Pero esto solo lo aprendí después de un desgarro en los isquiotibiales. Me estaba haciendo la chula en el gimnasio y tiré como una bestia hacia el suelo en upavistha konasana …¡y zasca! Desgarro que te crió. Fue una rotura de fibras chiquitita, pero el dolor me duró semanas. ¡Lección de ego aprendida!
Así que te recomiendo que explores tu cuerpo con sus fortalezas y debilidades, para comprender cuáles son tus retos y practicar con conciencia. Con el fin de desarrollar ciertas habilidades respetando los tiempos del cuerpo.
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