Estamos en continuo movimiento. Incluso cuando estamos quietos y nuestro cuerpo no se estremece ni un milímetro. Nuestra mente sigue moviéndose, buscando en qué puede pensar para evitar el silencio y escaquearse de observar su interior. Tradicionalmente se piensa que el yoga es quietud. Y lo es, pero también es movimiento. No hay quietud sin movimiento, tanto en el yoga como en la vida.
Hace años, mi ilusión era viajar, conocer otros lugares, otra gente, otras culturas, estar de aquí para allá. Quería conseguir un trabajo en el extranjero adecuado a mi formación, en algún lugar exótico. Cuando por fin lo conseguí, me di de bruces con mi realidad. Me di cuenta de que el estilo de vida que tenía no cuadraba con mis valores. Yo no quería todo aquello. La tensión y ansiedad que provocó en mí haber alcanzado lo que tanto había deseado y haber obtenido una gran decepción, me hizo volver a casa. Allí me quedé un tiempo, quieta, observando. Y entonces descubrí el yoga.
Cuando comencé mi práctica, era prácticamente lo mismo: pensaba que quería moverme, sudar. El movimiento del yoga me enamoró. Poder fluir con las asanas, pasar de un sitio a otro aunque no saliera de mi esterilla, experimentando sensaciones sin hablar con nadie, sentir cada paso sin compartirlo más que conmigo misma. Casi sin querer, un día, el movimiento me llevó a la quietud, al silencio, a la observación de mi interior y entonces sentí todos los beneficios del yoga, los más profundos y gratificantes.
Como en la viñeta, cuando consigues saltar de adho mukha a uttanasana pasando por el pino levitando suave y lentamente y piensas que te vas a partir los dientes. Ese subidón que sentimos al visitar un lugar nuevo, en el que nunca antes habíamos estado pero tanto habíamos soñado con ir, no es, ni más ni menos, que la misma emoción que cuando se experimenta por primera vez la abrumadora serenidad de la quietud en una postura estática.
Pensamos que salir allá fuera, indagar nuevos territorios y conocer nuevas caras es lo más enriquecedor. Y es cierto, pero también lo es volver a casa, regresar a tu interior, cotejar contigo mismo lo que has encontrado, parar y observar. Muévete pero no te olvides de hacer un alto en el camino y admirar el momento. Volver a la quietud puede llegar a mover más que el propio movimiento.
Om Shanti Shanti Requeteshanti
Julia
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6 comentarios en “¿Dónde nos lleva el yoga?”
Me encantaria conseguir tu libro!!! Y ademas que pudieras visitarnos!!!! Igual es un poco dificil dada la distancia pero que lindo seria!!!! Graciass por tus consejos que no me canso de leer y re leer todos los dias!!!!! Saludos!!!!
Hola Marina:
Muchas gracias por tu mensaje 😀
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Me ha encantado este post. Estoy en un momento de la vida en el que necesito parar quedarme quieta y observar. Vuelvo a casa después de un largo tiempo y en el yoga estoy encontrando todo lo que hace mucho que no tenía…PD: Estoy «in love» con tus viñetas y posts!
Hola Noemí:
No sabes lo que me alegra leer eso 🙂 Te agradezco el tiempo dedicado a escribirme. Un abrazo enorme
Que maravilla que seas mi profesora ❤️
La maravilla es tener alumnas como tú, Angie 🙂 ¿Qué haría yo sin ti?