Cuando te conviertes en un yogui consolidado no se te permite quejarte de la vida lo más mínimo, ponerte nervioso, ansioso, impaciente, impertinente o triste. Y si lo haces, ni se te ocurra exteriorizarlo porque la reacción de los demás y su respuesta te hará ponerte aún más nervioso, ansioso, impaciente, impertinente o triste.
Es cierto que el yoga nos enseña a manejar nuestras emociones, nos da herramientas para controlar nuestra respiración y nos hace ver la vida de otra manera. Pero seguimos siendo personas con sus fallos, sus errores, meteduras de pata y a veces mandamos al pijo todas las reglas yóguicas y nos quejamos de todo y nos dejamos llevar por los berrinches más dramáticos.
Reivindica tu derecho al pataleo y a tener un hombro donde llorar de vez en cuando. Nadie dijo que ser yogui significara ser perfecto.
Om Shanti Shanti Requeteshanti.
Julia
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