Cómo entender mi cuerpo y abrazar mis límites
1. Hazte consciente de los motivos por los que comenzaste y déjalos ir
Si tu motivación para comenzar a practicar yoga se centra exclusivamente en ganar fuerza, flexibilidad y belleza, replantéate la cuestión.
Pregúntate, “¿Para qué quiero ser más guapo, fuerte y flexible?”. Y yo te pregunto ahora, “¿Conoces a alguien que después de haber ganado más flexibilidad, fuerza o belleza, sea más feliz?” Quizá momentáneamente sí hayan experimentado una satisfacción inmensa. Pero poco después, su ego, quien no ha dejado de mandar y condicionar su conducta todo el tiempo, les pide ahora más. Más fuerza, más flexibilidad, un cuerpo más atlético.
Es un círculo vicioso sin fin, totalmente autodestructivo. Déjalo ir. Déjalo marchar. Acepta tu debilidad muscular, tu rigidez articular y tu cuerpo tal y como es.
¿Y qué pensarías si te dijera que podrías ser feliz con lo que tienes? ¿No sería genial?
2. Practica desde el amor hacia ti mismo y la autoindagación
La práctica de yoga busca explorar los límites de flexibilidad, fuerza y equilibrio de nuestro cuerpo para llevarnos a estados mentales nuevos, retadores e interesantes. Es un medio para trabajar la presencia, la atención y descubrir dentro de nosotros pensamientos alternativos, reacciones nuevas (o incluso viejas, pero que no sabíamos que teníamos).
A través de esta práctica surgen experiencias y emociones positivas y negativas, pero todas importantes y reveladoras. Esto supone un acto de amor hacia ti mismo. Porque al estar conociéndote, a través de la autoindagación, estás cuidándote. Puede que no lo sientas al principio, pero un día, sobre la esterilla o fuera de ella, te darás cuenta. El cerebro te hará clic. Y entonces te acordarás de esto.
3. No te fijes en los resultados
Esta exploración interna a nivel físico y mental te dará resultados en los mismos ámbitos (fuerza y flexibilidad tanto corporal como emocional). Pero, como digo, es solo una consecuencia de la práctica. Por supuesto, podemos alegrarnos de ver el progreso. Estamos trabajando duro y debemos de celebrarlo y premiarlo. Pero una vez festejado el progreso, dejamos a un lado las expectativas. Trabajemos la mente para que no nos lleve de manera automática a fijar la meta en la siguiente montaña, en el siguiente objetivo o arruinaremos nuestro camino yóguico.
4. Disfruta del proceso
La esencia del yoga es ir del pico de una montaña a otra más alta sin las expectativas de llegar. Usando la misma metáfora del punto anterior, cuando estamos en ruta por la montaña, disfrutamos del paisaje, de la temperatura, la brisa, los olores e incluso de las inclemencias del tiempo y de las piedras con las que tropezamos por el camino.
En esos momentos, debemos poner la atención en la piedra con la que hemos tropezado y aprender de ella, pero no nos dejamos llevar por la ansiedad de llegar cuanto antes a la cima. Nuestra mirada está puesta en el momento presente, no en lo que está por venir. No nos apegamos a los resultados, sino que disfrutamos del proceso.
Espero que se haya comprendido bien el concepto. Si durante la práctica del yoga estoy pensando en cuando por fin pueda tocarme los dedos de los pies o hacer el pino sobre la cabeza, ponemos la atención en el futuro y perdemos el presente. Perdemos, así, toda la esencia de la práctica y los beneficios llegan tarde, mal y nunca. La práctica de yoga deja de ser divertida y probablemente dejemos de hacerla en algún momento.
Mantén encendida la chipa de la ilusión por el aquí y ahora y verás como disfrutas más de tu práctica.